Las personas necesitan cada vez introducir más "calmantes" en su vida y lo hacen de muy diversas maneras, para combatir la frustración o la insatisfacción; distracciones de riesgo muy adrenalínicas, poner en peligro la vida para buscar estimulación, cualquier satisfacción sustitutiva del malestar sirve, adicciones tecnológicas , sustancias y drogas que nos anestesien o nos calmen, etc. En la búsqueda del bienestar psicológico también encontramos la urgencia, la practicidad, el bienestar rápido y es aquí donde los psicofármacos están teniendo un crecimiento espectacular en nuestro país; segun el Informe de utilización de los medicamentos (2014) del Ministerior de Sanidad, estamos por encima de la media europea y se estima que desde el año 2000 al 2012, los ansiolíticos e hipnóticos han experimentado un incremento del 57,4%. Los primeros pertenecientes al grupo de las benzodiacepinas ( diazepam, Lorazepam,..) usados ante problemas de ansiedad y los hipnóticos como inductores del sueño ante problemas de insomnio. Resulta más fácil tomarse una pastilla que enfrentarse a las situaciones que nos generan esos síntomas o problemas. La mayoria de estos fármacos se recomienda no tomarlos más allá de un mes y medio, por los efectos secundarios, principalmente la dependencia. Lo habitual en consulta es encontrarse con pacientes que llevan años y años tomando ansiolíticos, sin haber resuelto de base las primeras crisis de ansiedad. También es frecuente encontrarse cada vez más personas que ante la pérdida de un ser querido en proceso de duelo, lo primero que se les recomienda es que vayan al médico para que les dé algo ( como si no hubiera que sufrir por la pérdida de un ser querido), perder a alguien y sufrir no es una enfermedad. Vivimos en una sociedad que patologiza las emociones más normales y adaptativas de nuestra especie, como es la pena y la tristeza para poder asimilar la pérdida. La solución a estas dinámicas pasan por tomar mayor conciencia y autoresponsabilidad en la gestión de las emociones y problemas a los que se ve confrontado una persona, es ahí donde radica la potencia de la terapia psicológica, centrada en activar y reactivar recursos personales, para un afrontamiento exitoso. Recurrir a un soporte farmacológico puntual puede ser de gran ayuda, pero su efectividad si no va acompañada de terápia es limitada. El mayor handicap ante esta situación es la escasez de psicólogos en el sistema de salud