Dissabte, 28 Gener 2017 17:59

Transgredir para sentirse importante

 

LA CARA MÁS CRUEL DE LAS REDES SOCIALES

El triunfo del morbo en la red

  Jugar con la muerte o el desprecio a las víctimas, las últimas tendencias

JAVIER RICOULleida

28/01/2017 - 00:33h

L   http://www.lavanguardia.com/edicion-impresa/20170128/413764853011/el-triunfo-del-morbo-en-la-red.html

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La zona cero de las Torres Gemelas, los campos de concentración de la Alemania nazi, la casa del “monstruo de Amstetten”, la prisión de Alcatraz, las fábricas (maquiladoras) en las que trabajaban muchas de las víctimas de las violaciones y asesinatos de Ciudad Juárez... Y si no se quiere ir tan lejos: las instalaciones de lo que queda del camping de Biescas, la montaña de Tor o el apartado pueblo de Fago. Son escenarios de tragedias, que se han ganado un lugar destacado entre los destinos del denominado turismo negro.

Nada nuevo sobre esa creciente tendencia (hoy más visible que nunca con las nuevas tecnologías) y ninguna objeción si las visitas a esos enclaves se hacen con respeto. Es lo mínimo que se merecen las víctimas muertas en esos escenarios y también sus familiares. Tal y como afirma Andrés Cuartero, coordinador de psicólogos de Emergencias del SEM, “los monumentos levantados en zonas de desastres y tragedias son necesarios para recordar la historia, así como también para mostrar respeto y reconocimiento a las víctimas y sus familiares. Su visita puede ser muy aleccionadora. El problema surge cuando el turista que vista esos lugares se fotografía con una indisimulada sonrisa o poses divertidas. Lo que se agrava cuando la imagen va acompañada de comentarios o emoticonos que chocan con el drama padecido por otras personas. Una web creada por el escritor israelí-alemán Shahak Shapira acaba de remover muchas conciencias al poner el dedo en la yaga. A Shapira le ha bastado, para dar en la diana del éxito de su página Yolocaust, visionar las selfies que corren por Facebook, Instagram, Tinder o Grindr. Centró su trabajo en las imágenes tomadas por visitantes del momento del Holocausto en Berlín. Y con un simple montaje, unas fotografías que en principio podrían pasar como normales se tornaron en imágenes transmisoras del horror en su estado más crudo. Sólo tuvo que borrar en esas fotos el fondo de los diferentes rincones del monumento erigido en memoria de las víctimas del nazismo elegido por los protagonistas y reemplazarlo con escenas reales de lo vivido por las víctimas en ese mismo sitio. Conseguido el propósito (la web ha tenido en muy pocos días centenares de miles de visitas), Shapira decidió el jueves cerrar esa página.

Andrés Cuartero ha pisado, por su trabajo, muchos escenarios de desastres naturales y tragedias provocadas para atender a las víctimas en los momentos más críticos. Y es esa experiencia la que provoca en este psicólogo un especial dolor cuando visiona una de esas fotografías sin corazón e irrespetuosas. “Es una agresión en toda regla, un insulto tanto para la memoria de las víctimas como para sus familiares”, afirma Cuartero. Considera que los autores de esas fotos “únicamente buscan la exhibición, figurar en unas redes que saben que sólo les van a prestar atención si esa foto se hace en enclaves que escondan un morbo especial”. Andrés Cuartero opina que alguien capaz de hacerse una foto sonriendo o haciendo tonterías en un campo de concentración o en un lugar en el que han muerto muchas personas “tiene que tener los valores muy trastocados”. Aunque no descarta que muchos de los autores de esas imágenes “las hagan sin conciencia de las consecuencias que esa foto puede tener para las personas afectadas por la tra­gedia”.

Y otro aspecto que nunca hay que olvidar: “El daño añadido por la impotencia al no poder hacer apenas nada para que esas imágenes sean borradas, una vez empiezan a correr por las redes”, recalca el mismo psicólogo.

“El interés por lo morboso se ha mantenido en todas las épocas, siempre ha habido curiosidad, por ejemplo, por las historias que relatan batallas. Hasta hace poco asistíamos a la muerte del reo en el patíbulo”, afirma Verónica Mayado, directora del Instituto del Comportamiento. “En la actualidad –corrobora– asistimos a un creciente interés por el denominado turismo negro”. Y sigue Mayado: “En nuestras vidas cotidianas está presente también ese interés por el morbo. Cuando vemos un accidente despierta nuestra curiosidad, aminoramos la marcha y observamos con atención; si hemos sido intervenidos en quirófano es fácil que hablemos de los detalles”. Aunque algo ha cambiado en los últimos tiempos. “La muerte ha sido una vulgaridad durante muchos siglos, siempre estaba ahí dispuesta y convivíamos con ella. Ahora que parece que no es de nuestra incumbencia, nos causa fascinación desde el palco”.

El experimento de la página Yolocaust ha coincidido en el tiempo con otros episodios en los que las redes sociales han vuelto a mostrar su cara más cruel. Y siempre con un inequívoco ánimo de exhibicionismo. Como el del youtuber que ofreció a un indigente galletas rellenas de pasta de dientes en Barcelona para ganar seguidores. Ayer se conoció que emitía también vídeos maltratando a sus gatos. O el caso de los tres jóvenes detenidos esta semana en Suecia por emitir en directo una violación, emulando la agresión protagonizada las pasadas fiestas de San Fermín por otro grupo de hombres.

Todo vale para ganar visibilidad en ese mundo virtual. La última tendencia nacida en las redes no puede ser, asimismo, más morbosa. Es el Dead pose challenge (reto de hacerse el muerto), una variante tétrica del Mannequinchallenge. La cosa va de simular que uno está muerto. Con puesta en escena incluida (con una soga al cuello, tirado en una carretera o colgado en una valla) para que la escena sea lo más real posible.

Parte del éxito de estas imágenes violentas y macabras se explica por la facilidad ofrecida por las redes sociales “para construir máscaras”, afirma Verónica Mayado. “Las fronteras sólidas de lo público y lo privado –añade la directora del Instituto del Comportamiento– parecen difuminarse, la intimidad ha salido de nuestras casas, vemos en las redes una algarabía de fotos personales que entran en una puja de me gustas, donde suele ganar el más atrevido o el más infame”.

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